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Audiovisuales en Cuba, reto diario

  • Fecha de publicación: 2 Abril 2020
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 El potaje, excelente propuesta del audiovisual cubano. Foto: Tomada de la cuenta de Facebook de , Cimafunk, creador de la obra
Autor: 

Oni Acosta Llerena / Fuente: Granma

En nuestro país, el manejo del audiovisual en la música se ha enfrentado a numerosos escollos desde su aparición y despunte conceptual, y es el tema tecnológico, tal vez, el epicentro de diversas problemáticas de toda índole. Es por ello que siempre me ha parecido interesante el trabajo de quienes, desde el reto silencioso de una PC, han sabido integrar no pocas técnicas para lograr una puesta en escena que pueda competir, en estética y complejidad, con estándares del mercado, sea latino o universal.

El borde, muchas veces filoso, por donde se balancean creadores de disímiles ramas, suele ser complaciente –a ratos– para público o crítica; un equilibrio que en pocas ocasiones converge en equitativa justeza, creando así debates enriquecedores que muchas veces se quedan en ese espacio meramente teórico, sin traspasar siquiera lo formal o tangible, o sin dar pasos concretos en las direcciones propiciadas en dichas discusiones artísticas.

Pero hoy no abordaré esa zona creativa, lo haré en futuros acercamientos al tema. Hoy considero imperativo acercarnos al fenómeno tecnológico que es limitante y, a la vez, reto diario de casi todos los realizadores audiovisuales cubanos. Como primer ejemplo, podemos mencionar el costoso abordaje de equipamiento profesional necesario para ello, resultado directo del peculio personal de directores, fotógrafos y demás artistas, al no existir distribución nacional de estos por razones obvias: el bloqueo norteamericano.

No pueden comercializarse en el país reconocidas marcas que brinden servicios integrales sobre sus respectivos equipamientos (venta, garantía, reparaciones, actualizaciones de firmware o software, etc.), por lo que tiene que obtenerse en mercados foráneos a otros precios, además de los posteriores trámites aduanales para la importación, lo cual se revierte en un mecanismo muchas veces con efecto bumerán en la producción o posproducción audiovisual.

Bien pudieran buscarse alternativas macroempresariales estatales, pero, igualmente, chocarán en algún momento con el férreo muro que mal protege a esa aberración de guerra económica que mencioné antes.

Aunque nuestros realizadores poseen talento y tratan de no frenarse ante el veloz avance de formatos tecnológicos, luego encuentran otro escollo en cuanto a la manufactura de conciertos por parte de las disqueras o empresas cubanas, ya que estas no pueden fabricar en el extranjero en formatos Blu-Ray, o similares en alta definición, por razones de presupuesto, y porque cada vez son menos las empresas que quieren comerciar con Cuba en materia de fabricación o replicación, por temor a sanciones y multas de la ofac.

El país, desafortunadamente, no tiene acceso a líneas de crédito y tiene que pagar en efectivo dichos encargos, lo cual hace demasiado costosa la fabricación de CD y audiovisuales, teniendo que apostar por el formato físico en DVD, aunque se trabaje previamente con estándares y tecnología de alta definición.

Ello, indiscutiblemente, conspira contra la calidad de los productos de nuestros artistas, pues limita de manera tecnológica el acercamiento a los interesantes fenómenos de la música cubana. Contrariamente, y para regocijo de muchos, el talento desbordante de los realizadores cubanos aborda estas aproximaciones de manera muy original, competitiva y atractiva.

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